antarticaDesde el miércoles 4 y hasta el viernes 6 de septiembre se desarrolló esta instancia de intercambio científico, en La Serena, que ha permitido conocer las actividades de investigadores de diversas áreas y partes del planeta, entorno a la Antártica.

¿Por qué en La Serena?, una de las razones sería que el centro científico CEAZA, uno de los organizadores junto al Instituto Antártico Chileno (INACH), también realiza parte de su trabajo en ese lugar del mundo, según explicaron algunos de los científicos a la prensa local.

Pero, ¿qué tiene que ver un centro de zonas áridas en la Antártica?. Al parecer bastante. Como se destacó en una de las presentaciones, en ese continente también existen sectores áridos como Los Valles Secos de McMurdo. También según datos del Instituto Antártico Chileno (INACH) “la precipitación media anual para toda la Antártica es de 100 mm (de nieve), con un equivalente de agua de apenas 30 mm” condición similar a los 80 mm que en esta parte de la región de Coquimbo recibimos cada año.

Congreso

Según explica la organización la idea del encuentro es entregar a la comunidad científica una tribuna para potenciar la colaboración científica multidisciplinaria y multinacional, en el contexto del continente más cercano a la Antártica: Sudamérica.

Apoyan también la iniciativa International Council for Science, Corfo, Agunsa, IVENS S.A., DAP Grupo, Antarctica XXI, Maptek, Bask.

Las presentaciones han abarcado temáticas amplias desde geofísica como señales de cambio climático en la Antártica; También de biología sobre patrones de estructuración poblacional a dos escalas geográficas del alga roja, Gigartina skottsbergii; o estrés oxidativo determinado durante tres veranos consecutivos en sangre de pingüinos antárticos, entre muchas otras.

Crecimiento vegetal y microclima antártico, similitudes con el desierto

Dentro de los numerosos investigadores que expusieron se destaca el Dr. Leopoldo García Sancho, del Dpto. de Biología Vegetal, II de la Universidad Complutense de Madrid (España). El investigador se refirió a la influencia de los factores climáticos en la diversidad y funcionamiento de las comunidades vegetales antárticas como posible respuesta en un escenario de calentamiento global.

“Lo que nosotros hemos visto es que en el borde de la Antártica, hasta su península, pasa como en todo el planeta, la biodiversidad, la cantidad de especies, en este caso de vegetales como líquenes y musgos, está ligado positivamente a la temperatura. Cuanto más calor hace, si no hay límite de agua, mayor es la biodiversidad y a la inversa: cuanto menos fríos, menos especies. Pero esto solo funciona hasta os 72º de latitud Sur. Por debajo de esa referencia ya no hay relación. Da igual la temperatura media anual que haya. Puede haber muchas o pocas especies. No hay correlación. Así que la única manera de explicar eso es que debajo de esa latitud lo que importa es el microclima, no el macroclima”, señala el especialista.

El grado de protección, la exposición, insolación, que exista nieve que se funda y gotee comienza a tomar importancia. Aspectos que según explica, son exactamente los mismos que ocurren en las zonas áridas.

“A partir de determinado grado de sequedad y aridez no importan las condiciones macro ambientales. Lo que importa es que allí pueda haber un poquito de agua en ese punto, como un oasis. Estamos hablando de oasis en todos los casos. Macro oasis en las zonas áridas del planeta y micro oasis en las montañas transantárticas, pero oasis. Y en un oasis ya no importa mucho que es lo que pasa a nivel macro climático”.

Similitudes entre ambiente antártico y desértico

Según el investigador ocurren más cosas parecidas en ambos ambientes, por ejemplo, que los vegetales dominantes son los mismos (líquenes y musgos), capaces de vivir donde las plantas vasculares ya no pueden vivir (que poseen raíz, tallo y hojas, por ejemplo un helecho).

“Tenemos a los mismo grupos de organismos, solo especies distintas, pero que también ocupan factores micro climáticos. Acá en la zona árida es la presencia de nieblas, que las plantas vasculares no pueden utilizar bien, porque apenas hidratan el suelo. Pero los líquenes y musgos si, porque absorben la humedad del aire. Una vez más estas plantas sencillas y antiguas aprovechan los rincones de los ecosistemas que las plantas vasculares tienen más dificultades en utilizar”, establece.

El científico también destaca que de las cualidades de estos vegetales también se aprovecha la idea de los “captadores de rocío” que construyen los ingenieros. “Esto está copiado de la estrategias de estas especies. También su posibilidad de resistir la desecación”, asegura.

Paralelamente al congreso, se llevó a cabo la Reunión de Administradores de Programas Antárticos Latinoamericanos (RAPAL) que une Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Ecuador y Perú, y que tuvo de invitados especiales a Colombia y Bolivia. En la oportunidad se trabajó en el documento “Proyecto Trabajo Científico Latinoamericano”.

Una de los objetivos de la RAPAL es propiciar la cooperación, el apoyo mutuo y el intercambio de información en aspectos científicos.

Área de conservación marina en Antártica

Junto a ellos trabajó una comisión de científicos argentino-chilena, quienes elaboraron una propuesta técnica de áreas de conservación marina para la Antártica.

“La Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), encargada de velar por el uso racional de todos los recursos marinos del océano austral, tomó  la iniciativa de la ONU de conservación marina propuesta el año 2000, y desde el 2004 ha trabajado para desarrollar un sistema de áreas marinas protegidas en el océano austral”, explica el Dr. Javier Arata, representante de Chile ante el comité científico de la CCRVMA e investigador del INACH.

El investigador señala que se realizaron cinco talleres internacionales para identificar metodologías, aunar criterios, buscar bases de datos, desarrollar un modelo de bioregionalización, que es un instrumento para identificar hábitats bentónicos y pelágicos a nivel de todo el océano austral. Para ello, se subdividió en áreas más pequeñas para poder trabajar con mayor celeridad y diferentes países han tomado la tarea de identificar áreas prioritarias para desarrollar áreas marinas protegidas, como lo han hecho Chile y Argentina.

Este trabajo, que demoraría varios años en tramitarse y en ser aprobado por todos los países administradores del territorio antártico, es apoyado por Enrique Marschoff, representante del Instituto Antártico Argentino al Comité Científico de la CCRVMA. Por Chile el encargado es el mismo Javier Arata, quien es actualmente el Vice Chair del Comité Científico de la CCRVMA. Entre los asesores se cuenta al Dr. Carlos Gaymer (UCN-CEAZA), Dr. Francisco Squeo (ULS-CEAZA), quienes han desarrollado la mayor parte de los análisis requeridos para identificar áreas marinas protegidas en Chile.

“Tenemos apoyo de otros investigadores en los ámbitos de pesquería, comunidades pelágicas y bentónicas. En los próximos talleres se invitarán expertos de las ciudades donde se desarrolle el trabajo. Por parte de Argentina, nos apoyan dos colegas más del Instituto Antártico Argentino, que trabajan en peces y pingüinos”, señala Arata.

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