En la foto de derecha a izquierda, los investigadores Gabriel Cantarutti, Eric Mc Donald (DRI, Nevada, EUA) y José Luis Antinao (DRI, Nevada, EUA), inspeccionando perfiles estratigráficos en el sitio arqueológico de El Olivar.
En la foto de derecha a izquierda, los investigadores Gabriel Cantarutti, Eric Mc Donald (DRI, Nevada, EUA) y José Luis Antinao (DRI, Nevada, EUA), inspeccionando perfiles estratigráficos en el sitio arqueológico de El Olivar.

A unos 4 km al norte de La Serena, por la Ruta 5 Norte, se encuentra el sitio arqueológico de El Olivar. Este asentamiento humano, que se estima tendría unos 1500 años de antigüedad, fue por primera vez estudiado por pioneros de la arqueología durante la primera mitad del siglo XX.

Actualmente, una parte de este sitio es foco de excavaciones de rescate, en el marco de las obras de construcción de la doble vía La Serena-Vallenar.

Para colaborar con esta tarea visitaron el lugar los doctores Antonio Maldonado, Paleoclimatólogo del CEAZA, José Luis Antinao y Eric McDonald, geólogos del Instituto de Investigación del Desierto (Desert Research Institute, DRI) Reno, Nevada, USA. Gabriel Cantarutti, arqueólogo quien lidera los trabajos en el lugar junto a su colega Paola González, explica que mediante los trabajos de rescate se espera enriquecer el conocimiento sobre las antiguas culturas que habitaron la zona. “El sitio comprende áreas funerarias, espacios posiblemente domésticos y áreas con depósitos de basuras atribuibles fundamentalmente a la Cultura Diaguita (ca. 1100 – 1540 d.C.), al Complejo Las Ánimas (ca. 800-1100 d.C), y en menor medida al Complejo El Molle (200 – 800 d.C.)”. Aunque se calcula que la superficie total del sitio es de unas 35 hectáreas, las investigaciones se concentran en un perímetro de poco más de 2 hectáreas, correspondientes al espacio afectado por la construcción de la doble vía. El arqueólogo explica que acorde a la ley de Monumentos Nacionales, la construcción de la carretera se encuentra suspendida hasta que el área sea debidamente rescatada por un equipo de científicos. Observaciones geológicas del sitio En el contexto de las investigaciones en el sitio patrimonial, los expertos han realizado excavaciones poco profundas (1 a 1.8 m. máximo) para rescatar los vestigios arqueológicos. En una de las trincheras queda a la vista un extenso perfil en el que se reconocen eventos de depositación culturales y naturales.

Según los investigadores, la formación del suelo en esta trinchera muestra diferentes capas: “una más superficial compuesta por conchales en la que vivió esta cultura (Diaguita) y otra más profunda con una sedimentación más anaranjada u oxidada, que probablemente representa el paso de un curso fluvial”, afirma el Dr. Antonio Maldonado.

Los investigadores reunidos en el lugar discutieron acerca de la posibilidad de que un flujo aluvional, o una crecida del río Elqui, hubiera afectado hace más de 1000 años al asentamiento prehispánico, que sin embargo, volvió a ser ocupado después por grupos Diaguitas.

El geólogo Dr. José Luis Antinao observó sedimentos de gravillas, gravas y bloques en la capa inferior, los cuales apoyan la hipótesis de que un evento meteorológico importante pudo provocar flujos de agua que afectaron al asentamiento indígena.

“Esto representa un evento importante, porque hay deposición muy rápida y con mucha energía. Pudo haber ocurrido un evento de precipitación muy grande y sería interesante poder seguir estudiando el sitio, para entender mejor cómo ocurrió la dinámica”, comenta.

Asimismo, el Dr. Eric McDonald, del Instituto del Desierto de Nevada, valora el sitio arqueológico y resalta la importancia de estudiar la composición del terreno. “Los sedimentos reflejan información sobre la antigüedad de las capas y si el sitio fue más húmedo o más seco a lo largo del tiempo. Las observaciones también ayudan a diferenciar las capas estériles, donde no hay intervención humana, de las capas culturales donde habitó gente”, destaca.

Próximamente, los científicos realizarían una pequeña excavación perpendicular al eje (este-oeste) de la trinchera para determinar la dirección del torrente que atravesó parte del sitio. Una posibilidad es que el flujo viniese desde el río, como producto de una crecida, o bien que este bajara desde las terrazas fluvio-marinas superiores, para confluir hacia el río

Colaboración del CEAZA

Cantarutti afirma que los estudios de formación de suelo son interesantes para conocer las condiciones ambientales del pasado y examinar, como en este caso, eventos catastróficos que pudieron afectar la vida de las comunidades prehispánicas que habitaron antiguamente el lugar. “Gracias a la colaboración de los investigadores que están trabajando con el CEAZA hemos tenido la oportunidad de visitar en el sitio perfiles expuestos que nos hablan de procesos naturales de formación y destrucción del lugar, antiguamente habitado por diaguitas”, recalca. Cultura milenaria Según el arqueólogo, este asentamiento podría ser imaginado como un caserío disperso, de varios cientos de habitantes, donde tenían lugar actividades domésticas como la preparación y consumo de alimentos, elaboración de herramientas, el descarte de basuras (conchales).

“También habían áreas más reservadas de connotación ceremonial, donde eran enterrados los miembros de la comunidad. De hecho, es este último aspecto del sitio el que más se ha realzado a lo largo de los años, lo cual ha llevado a que éste sea conocido como un cementerio. Sin embargo, las actuales investigaciones demuestran que el sitio es un asentamiento más complejo, en donde la dimensión funeraria es una entre otras dimensiones presentes en el sitio”.

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