Fitomejoramiento participativo: La alianza entre científicos y agricultores para obtener semillas adaptadas al cambio climático

En la Región de Coquimbo, compartieron conocimientos un grupo de científicos y agricultores en torno a la investigación del material genético de semillas para identificar aquellas variedades que permitan contar con cultivos agrícolas y comunidades más resilientes al cambio climático.

Uno de los desafíos que impone el cambio climático es lograr que los cultivos agrícolas logren adaptarse a condiciones extremas como la falta de agua, olas de calor y la necesidad de contar con alimentos saludables y nutritivos. Para crear soluciones, un grupo de científicas y científicos está partiendo desde la base de la actividad agrícola: las semillas. 

“Nos interesa identificar aquellos genes de las plantas que las hacen más resistentes a estreses bióticos o abióticos (por ej. falta de agua, radiación, altas temperaturas, plagas, etc). Los esfuerzos están centrados en buscar genes en las grandes colecciones de semillas de  diversos bancos a nivel mundial y también en Chile, nosotros tenemos en la red de bancos de germoplasma del Instituto de Investigaciones  Agropecuarias (INIA) alrededor de 48.000 accesiones de diversos cultivos que han sido recolectados a lo largo de todo Chile”, señala Erika Salazar, investigadora del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) y encargada de la Unidad de Recursos Genéticos y Banco de Germoplasma de La Platina, ubicada en la comuna de La Pintana en Santiago de Chile.

Alberto Chassaigne, investigador y Curador del Banco de Semillas de Maíz del Centro Internacional de Mejoramiento del Trigo y Maíz (CIMMYT) de México destaca que se debe pensar en el uso de las semillas conservadas en bancos, sobre todo en el contexto de crisis climática. “Podemos tener semillas guardadas durante 50 años a menos de 18° C. Pero lo importante es identificar la utilidad que tienen las variedades de semillas y buscar la manera en que sean utilizadas. Estuve en Vicuña, en el Valle de Elqui y es impresionante ver cómo se ha ido secando el embalse. Entonces la tarea ahí es cómo tratar de mitigar este efecto a través de recursos fitogenéticos, es decir, semillas adaptadas a la escasez hídrica”. 

El especialista indica que “en la actualidad hay muchos modelos predictivos del clima, que ya nos están informando cuáles son los problemas que van a haber a futuro, y ya tenemos la tecnología y el recurso genético, entonces hoy podemos tener la solución de los problemas del futuro, entonces es necesario desde ya,  empezar a trabajar y no esperar a que reviente el problema futuro que está en realidad, a la vuelta de la esquina”. 

La oportunidad de la agricultura campesina

Máximo González, investigador del Laboratorio de Microbiología del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA)  plantea que resulta vital apoyar a la actividad agrícola desde el conocimiento científico. “Tanto en INIA como en CEAZA buscamos ayudar a la agricultura en este contexto de crisis climática, en estos momentos estamos realizando una colaboración para explorar los recursos genéticos que tenemos disponibles en tomate por parte de CEAZA y el maíz por el lado de INIA, para identificar dentro de estas grandes colecciones, aquel material vegetal que tenga rasgos de tolerancia a los factores que nosotros trabajamos como la falta de agua y el estrés térmico”.

“Uno de los puntos más interesantes de explorar está asociado a la agricultura campesina, porque ellos ocupan materiales genéticos (semillas) por generaciones que han ido creciendo o trabajando en ciertas zonas que tienen factores de estrés (falta de agua, suelos salinos, temperaturas extremas, etc) y que potencialmente podrían tener estos genes de tolerancia”, indica.

 

En ese sentido, el fitomejoramiento participativo es una herramienta que está poniéndose en práctica y en la que confluyen el saber ancestral de comunidades que tienen la capacidad de seleccionar variedades de cultivos que se adapten a sus entornos y a sus necesidades, junto con el saber científico a través del que es posible identificar genes de semillas que permiten a los cultivos volverse más adaptables al cambio climático o que incluso tengan un mayor aporte nutricional.

Desafíos y temáticas que fueron trabajados en talleres y curso organizado por CEAZA, INIA y CIMMYT realizado en las ciudades de Vicuña y La Serena en la Región de Coquimbo, en el marco de proyecto financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) a través del Fondo de Fomento de la Vinculación Internacional, que busca vincular instituciones para mejorar las capacidades en términos de gestión, uso y valoración de los recursos genéticos. 

Carolina Pañitrur, investigadora y coordinadora técnica de soberanía alimentaria de INIA, relata que “la idea fue, por un lado, conocer el territorio y tener un intercambio de conocimiento entre el área científica y con los agricultores; entonces, durante estos días hemos tenido la oportunidad de visitar diferentes campos y realidades productivas, así como realizar talleres para agricultores y profesionales técnicos del área, que nos permita ir avanzando en estrategias de manejo participativa, para trabajar con nuestras variedades tradicionales en temas de conservación y mejoramiento”.